Buscamos contribuir a una articulación y construcción común de la resistencia, partiendo de un apoyo militante a las luchas y experiencias de los pueblos que enfrentan aquí y allá el avance de los agronegocios. Impulsamos la construcción de un colectivo abierto a otras personas y organizaciones que busquen un espacio de debate, acción y resistencia contra el modelo de los agronegocios como expresión del capitalismo, que busca instalarse a costa de las vidas y esperanzas de los pueblos con el envenenamiento con agrotóxicos, con el patentamiento de los alimentos y con una “agricultura sin agricultores”, expulsándolos hacia el hacinamiento y la miseria en las grandes ciudades. Frente a esto, que no es más que un nuevo corolario en continuidad con una conquista que hace 500 años ancló en América Latina, queremos sembrar otras semillas, semillas de rebelión.
La crisis alimentaria y medioambiental que afecta a miles de millones de seres humanos ha puesto en evidencia una vez más que el capitalismo y su sed de ganancias no poseen límites de ningún tipo, ni siquiera cuando está puesta en juego la vida humana y la de otras especies. Esto forma parte de un marco más general, en el cual la estructura del capitalismo global y el accionar de empresas transnacionales (particularmente extractivas) y de los diferentes niveles de gobierno (local, regional, nacional y supranacional) se articulan en torno a la lógica del saqueo privado de nuestros bienes comunes y de la contaminación a un ritmo exponencial; una lógica en la cual el “progreso” irá siempre en desmedro del bienestar y la vida de los pueblos.
Desde mediados de los noventa los así llamados agronegocios han transformado a la agricultura, y con ello la forma de sembrar y de trabajar la tierra, modificando genéticamente muchas especies de semillas. Se trata de un círculo vicioso cuyo último fin es generar ganancias multimillonarias para los grandes pools de siembra y las multinacionales como Monsanto que han logrado patentar, ¡si patentar! la vida.
Decíamos que se trata de un círculo perverso y efectivamente lo es. Basta ver lo que ocurre en particular con el creciente proceso de sojización:
- Un agricultor compra las semillas patentadas a Monsanto y cuando cosecha tiene prohibido guardar semillas para volver a sembrar a futuro, porque éstas “tienen dueño” (cuestión que puede variar según las diferentes legislaciones de cada país), y así cuando tenga que volver a sembrar tendrá que volver a comprar las semillas a los mismos monopolios. Esto es todo lo contrario a lo que los seres humanos venimos haciendo desde que, hace milenios, inventamos la agricultura, es decir, guardar una parte de lo cosechado para volver a sembrarlo a futuro y así reproducir el ciclo de la vida.
- La semilla transgénica (modificada genéticamente) es resistente al glifosato, el pesticida que se utiliza para fumigar y combatir “las malezas” que afectan al cultivo. El glifosato es producido por la misma empresa que modificó la semilla genéticamente, o sea Monsanto. ¡Negocio redondo! Hay que tener en cuenta que el rendimiento y la productividad de cualquier cultivo transgénico es muy “superior” a una semilla común, con lo cual ningún agricultor puede “competir” sembrando semillas no transgénicas, cuestión que lleva al pequeño productor a terminar sembrando transgénicos o a arrendar su tierra a los pools de siembra.
- Con el auge de la sojización las “fronteras agrícolas” se han extendido. Por un lado hacia zonas nunca antes usadas para la agricultura como bosques y montes, ocasionando la tala indiscriminada y acabando con la diversidad de especies animales y vegetales. Por otro lado los cultivos se han acercado cada vez más a los pueblos y las ciudades, cuyos habitantes se ven afectados por las fumigaciones. El glifosato produce enfermedades de todo tipo, respiratorias, alérgicas y cáncer. Basta interesarse por la lucha de la gente del barrio de Ituzaingó en Córdoba que con más de 200 casos de cáncer, se han movilizado bajo la consigna “paren de fumigar” y han logrado frenar las fumigaciones con la movilización popular.
- Todo el proceso de los agronegocios, al requerir menos mano de obra fomenta una “agricultura sin agricultores”, lo que genera además de las migraciones hacia las ciudades, desalojos forzosos y violentos como los que suceden con varias poblaciones, como el caso de la comunidad Wichí en Formosa, con todas las consecuencias que ello acarrea, económicas, sociales y culturales.
- Al mismo tiempo todo este círculo perverso es avalado “científicamente” por universidades y “centros de Estudios” que son financiados por las mismas multinacionales que fomentan su uso, como es el caso de Monsanto que aporta centenares de miles de dólares a la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de Rosario con en el aval de la decana y del rector Maiorana. Estamos frente a la subordinación del conocimiento a la forma de dominación vigente, frente a la creación de un discurso basado en las ideas de la nueva “sociedad del conocimiento”, es decir, en el avance de la ciencia y la tecnología en pos de una supuesta posibilidad de desarrollo que, contrariamente a lo que predicaría, encubre consecuencias directas e indirectas sobre la vida de los más explotados y desfavorecidos, los “perdedores” de este pérfido sistema.
- Es evidente que en el medio de la crisis capitalista actual el llamado modelo de los agronegocios “ha venido para quedarse” y por ello mismo es necesario rebelarse y resistirlo. Somos testigos de una crisis alimentaria descomunal y es urgente producir “alimentos que nos alimenten” y no soja transgénica para el bio-diesel o para alimentar cerdos en China.
Buscamos contribuir a una articulación y construcción común de la resistencia, partiendo de un apoyo militante a las luchas y experiencias de los pueblos que enfrentan aquí y allá el avance de los agronegocios (como por ejemplo las madres de Barrio Ituzaingó, en Córdoba, o también en San Jorge, provincia de Santa Fe, donde han logrado detener las fumigaciones), buscando avanzar progresivamente hacia un debate amplio que instale fuertemente esta problemática en la conciencia social, y hacia una organización colectiva de la resistencia que enfrente el poder de los monopolios y la connivencia de los diferentes gobiernos.
En este camino, creemos que la discusión y la difusión contrainformativa son un primer paso necesario para la unión de las diversas fuerzas y el despertar de la conciencia frente al silenciamiento, la desinformación y/o tergiversación que permanentemente circulan en la opinión pública, los medios de comunicación y los espacios académicos.
Apelamos a la construcción de un colectivo abierto a otras personas y organizaciones que busquen un espacio de debate, acción y resistencia contra el modelo de los agronegocios como expresión del capitalismo, que busca instalarse a costa de las vidas y esperanzas de los pueblos con el envenenamiento con agrotóxicos, con el patentamiento de los alimentos y con “una agricultura sin agricultores”, expulsándolos hacia el hacinamiento y la miseria en las grandes ciudades. Frente a esto, que no es más que un nuevo corolario en continuidad con una conquista que hace 500 años ancló en América Latina, queremos sembrar otras semillas, semillas de rebelión.
- EL CAPITALISMO NOS ENVENENA CON SUS AGROTÓXICOS Y PESTICIDAS.
- LAS FRONTERAS AGRÍCOLAS SE EXTIENDEN TALANDO BOSQUES PARA SEMBRAR SOJA Y EXPULSANDO PUEBLOS ENTEROS A LA MARGINALIDAD URBANA.
- EN POCOS AÑOS LAS TIERRAS PARA CULTIVO ESTARAN AGOTADAS Y LAS ARCAS DE LOS MONSANTO LLENAS.
- LA CRISIS CAPITALISTA AVANZA JUNTO AL “PROGRESO” DE LOS AGRONEGOCIOS, MIENTRAS LA CRISIS ALIMENTARIA GENERADA POR ELLOS ES ABERRANTE.
- COMUNIDADES AGRICOLAS Y PUEBLOS SE MOVILIZAN PARA FRENAR LAS FUMIGACIONES CANCERIGENAS EN CÓRDOBA, SANTA FE Y OTRAS PROVINCIAS, ASÍ COMO EN PARAGUAY, BRASIL Y OTROS PAÍSES. SIGAMOS SU EJEMPLO.
Ciudad de Rosario. Santa Fe. 22 de Julio de 2009