Por: Santiago Baraldi.
Días atrás, y con bombos y platillos para un ritual que va camino a
ser tradición, la Bolsa de Comercio de Rosario fue el escenario del
remate del primer lote de soja del año. Pero esta vez la ceremonia
resultó accidentada: distintas organizaciones sociales, grupos
ecologistas y vecinos de los “pueblos fumigados” de la provincia se
convocaron desde las 10.30 en Paraguay entre Córdoba y Santa Fe para
oponerse al “paquete tecnológico” asociado al poroto transgénico y
“repudiar este símbolo del modelo agroexportador de explotación,
contaminación y saqueo”. Así lo explicó Sol Morell, de la agrupación
Semillas en Rebelión, una de las organizadoras de la protesta. El
objetivo, según planteó, fue también denunciar el acto mismo, en el que
estaban presentes el ministro de Agricultura de la Nación, Julián
Domínguez, el gobernador Hermes Binner y el intendente Miguel
Lifschitz: “Representa lo peor de este modelo en el que, a través de un
remate, se pretende ponerle precio a la salud de la población, a la
contaminación de nuestra tierra, a la pérdida de soberanía alimentaria,
a la generación de desempleo y expulsión de campesinos y pueblos
originarios, y a la invasión de la tierra con el monocultivo de soja
transgénica”.
El médico pediatra Rodolfo Páramo, de la localidad de Malabrigo, en
el norte de la provincia, estuvo presente frente a la Bolsa rosarina y
se escandalizó con Binner desde el lugar de colega. “El gobernador,
médico sanitarista, niega que el glifosato sea tóxico. Dice que es un
mito. Binner debería probar que el glifosato es un mito”, se enojó.
Él mismo viene trabajando sobre los efectos del agroquímico desde
hace años, y no tiene dudas de su toxicidad y sus consecuencias. Por
eso fue implacable: “Cuando domina el dinero, no es incongruente que un
tipo reniegue de todo lo que es ética y moral para dedicarse a la
plata”, acusó.
La trampa, antes que la ley
La soja transgénica cumplió semanas atrás 15 años en el país. Y
desde hace más de un lustro es el cultivo dominante de las tierras
productivas, llevando incluso a actividades como la ganadería a zonas
marginales y a sembrarse a la vera de las rutas, incluida la autopista
Rosario-Santa Fe, hasta que este año llegó la prohibición.
Sin embargo el médico Páramo insiste en que el polémico poroto ya
estaba por sus pagos de Malabrigo. “La soja transgénica entró de
contrabando en nuestra región antes de 1996 cuando la liberó Felipe
Sola, entonces ministro de Agricultura de Menem. Se comenzó a sembrar
en el verano del 93, y entre mediados del 94 y del 95 fue cuando
aparecieron los primeros casos de malformaciones congénitas”, denunció.
“Yo fui neonatólogo y jefe del servicio de guardia de la maternidad
del Hospital Cullen de Santa Fe, y ahí veíamos el nacimiento de un bebé
con malformaciones por cada entre 8.500 y 10 mil nacidos vivos. Es
decir, el porcentaje que tuvimos en Malabrigo, en una población que
tiene entre 180 a 200 nacimientos por año, fue de 12 casos de
malformaciones. Eso nos hacía parar los pelos de punta. Y la mayoría de
estas malformaciones eran incompatibles con la vida”.
Según explicó a El Ciudadano, las malformaciones que más se
advierten “tienen que ver con el tubo neural, desde falta de masa
encefálica y de huesos que cubren el cerebro, hasta hernias en la
columna vertebral”.
El pediatra malabriguense, que tiene 67 años y más de cuatro décadas
en la profesión, también relevó malformaciones “a nivel cervical dorsal
donde el chico nace cuadripléjico, y a nivel lumbro sacro que el chico
nace parapléjico”. Y fue contundente: “Si estos chicos sobreviven,
tienen terribles secuelas de parálisis, infecciones urinarias”.
Paramo sabe de qué habla: durante años trabajó también en el
Hospital Gutiérrez de Buenos Aires, haciendo neuropediatría. “Allí nos
recalcaban que en la embriología del sistema nervioso central, el
protector para evitar este tipo de malformaciones es el ácido fólico.
Mi planteo fue que en el ambiente había algo que inhibía la acción
protectora del ácido fólico o que competía con él, produciendo estas
rmalformaciones. Investigué qué se estaba utilizando: en ese entonces,
terminaban de aplicar los venenos en el campo y entraban los equipos al
pueblo, con sus boquillas chorreando productos tóxicos. Cuando
preguntamos qué estaban usando nos decían que era el Roundup y que de
acuerdo al Servicio Nacional de Salud Animal (Senasa) era inocuo. Que
en contacto con la tierra se degradaba y que no producía ningún efecto
dañino sobre e ser humano ni los animales. Y nos callamos la boca”,
recuerda el pediatra.
Sin embargo una prueba resultó contundente: “La comuna de Malabrigo
prohibió el ingreso al pueblo de estos vehículos, los llamados
mosquitos, y por arte de magia desaparecen las malformaciones”, relata
el médico.
Pero el problema siguió por otros caminos, y más espeluznantes: “Se
comienzan a ver, periódicamente, de cuatro a cinco mujeres por día que
abortan. Y también aparece como novedad que menores de 50 años y de 40
presentan distintos cánceres que no responden a los tratamientos
habituales y que rápidamente llevan a la muerte”.
Políticamente incorrecto
Las denuncias del médico pediatra de Malabrigo se fueron sumando a
otras análogas que llegaban desde distintos puntos sojeros como San
Jorge y también desde localidades de Córdoba y de la provincia de
Buenos Aires. Y en muchas de ellas se fueron constituyendo núcleos de
resistencia al “paquete tecnológico” que acompaña a la soja, esto es
siembra directa del poroto transgénico con un fertilizante que ayuda a
la planta y el defoliante –glifosato– que elimina la competencia.
Semillas en Rebelión, una de las organizaciones convocantes a la
protesta frente a la Bolsa de Comercio, es precisamente una de ellas.
Surgió hace casi dos años, a partir de un grupo de estudiantes de
distintas universidades que se movilizaron cuando trascendió que la
empresa Monsanto estaba financiando a la Facultad de Agronomía.
“Planteamos que es una incoherencia que una multinacional que
contamina sea quien brinde conocimientos a los egresados”, explicó
Morell, estudiante de Ciencias Políticas.
En ese marco, a la idea de movilizarse se fueron agregando otras,
con lo que la protesta tuvo también intervenciones culturales, música,
distribución de información y la posibilidad de hacer oír las voces que
se alzan “en defensa de un modelo económico inclusivo, sustentable y en
armonía con la naturaleza”.
“Queremos charlar con la gente para explicar por qué este modelo nos
re-mata la vida. Queremos un modelo que rescate lo humano de las
relaciones de producción y nos permita tener una vida digna y
saludable, tanto a las generaciones presentes como a las futuras”,
explicó la estudiante.
En tanto, la organización santafesina Paren de Fumigarnos también
dio el presente. Sus miembros vienen peleando en la localidad de San
Jorge para que se acate el fallo del juez Tristán Martínez, quien
estableció por seis meses una prohibición de fumigar con cualquier tipo
de agroquímico a menos 800 metros si se hace en tierra –con el famoso
“mosquito– o a menos de 1.500 metros si se hace aspersión aérea.
Pero a la organización le interesa de sobremanera otra parte del
fallo: “Lo importante es que el juez dijo que si estos productos son
inofensivos, que lo demuestren los productores. Y ni la provincia, ni
los ministerios, ni la universidad puede demostrarlo. Por eso ahora
estamos luchando para que este fallo se aplique en toda la provincia”,
explicaron